En la previa del partido frente a Samoa por la última ventana del 2017 de rugby internacional, la selección escocesa se vio en la obligación de separar de su equipo a tres de los mejores jugadores como son: Dany Brough, Sam Brooks y Johnny Walker con motivo de sus problemas con el alcohol trasladados al deporte.
Según describen desde la organización, lo tres jugadores habría sido prohibidos de abordar el siguiente vuelo rumbo a Samoa con el resto del grupo debido al considerable grado de ebriedad en el cual se encontraba cada uno.
De esta manera y luego de haber reflexionado con ellos, el organismo rector del rugby escocés resolvió separar del equipo a los tres implicados en el escándalo, más allá de lo que le significará la baja de su presencia en el resto de la gira.
Varios medios locales tildaron al acontecimiento como una vergüenza y aseguraron que actitudes como esas no serán bienvenidas nunca en el mundo del rugby y sus respectivos valores.