Luego de superar a Uruguay y Brasil correspondientemente en los Cuartos de Final, Francia y Bélgica accedieron a las semifinales de la Copa Mundial de la FIFA Rusia 2018 con altas expectativas de salir campeones del mundo.
Compuestos por un plantel de promedio de edad muy bajo y varias de las principales figuras emergentes del fútbol mundial, ambos equipos cuentan con la paradójica situación de realzarse gracias a futbolistas de ascendencia africana, mayormente proveniente desde ex colonias de ambos equipos.
Históricamente Bélgica dominó el territorio que hoy es la República Democrática del Congo, exterminó y explotó a gran parte de su población y recursos naturales. Hoy se nutre de cinco figuras de ascendencia congoleña (Kompany, Boyata, Tielemans, Lukaku y Batshuayi), al igual que Kimpembe y Mandanda en la selección de Francia.
Asimismo; Malí, Marruecos, Senegal, Argelia, Guinea, Camerún y Angola aportan desde África jugadores a los dos planteles, en un caso similar al que ocurre con Lucas Hernández y Ferreira Carrasco (España), Witsel (Martinica) y Januzaj (Kosovo).
Resulta que a excepción de Marruecos y Senegal, ninguno de los países de origen de los protagonistas logró clasificar al Mundial, ni cuenta con un proyecto serio de desarrollo deportivo, mucho menos infraestructura o aspiraciones desde sus clubes y selecciones. Todo esto en simultáneo al éxito de los equipos nacionales de adopción y nacimiento de cada uno.
En la mayoría de los casos, las familias de cada deportista desembarcaron en el Viejo Continente en búsqueda de una situación mejor y allí se encontraron con el modelo necesario para potenciar el respaldo físico de cada futbolista.
África no logró meter ninguna selección en la fase definitoria del Mundial pero sí estará bien representada por embajadores de doble nacionalidad en la última instancia de la Copa del Mundo.
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