¿Por qué correr en el Rally Dakar? Es una pregunta que muchas personas me han hecho. Y para esa interrogante solo hay una respuesta: pasión. Cuando uno decide subirse a la moto, acelerar a fondo y superar una infinidad de obstáculos por terrenos tan diversos y complejos, casi siempre lo hace impulsado por un combustible que emana desde lo más profundo de nuestro ser. Pasión por hacer algo diferente, pasión por llegar cada vez más lejos, pasión por sentir que podemos llegar a donde muchos han renunciado.

Cada vez que siento el apoyo de mi gente, me doy cuenta que cada gota de sudor, cada día de entrenamiento y cada jornada de esfuerzo han valido la pena. Para un deportista puede haber muchas satisfacciones: llegar a participar en una competencia internacional, completar una carrera, subir al podio, ganar un título. Sin embargo, está claro que recibir el reconocimiento de la gente es, sin duda alguna, el premio mayor al que todos aspiramos.
Saber que nuestros compatriotas valoran el esfuerzo que hacemos, es el impulso que cada uno de nosotros necesita para poder acelerar más fuerte e intentar llegar más allá de lo imaginado.

Correr en un Dakar no es nada fácil. Contrariamente a lo que muchos piensan, ser parte del rally más duro del mundo va mucho más allá de competir durante dos semanas. Implica, en realidad, prepararte de manera intensa durante casi un año, dedicar horas y horas de entrenamiento a bordo de la moto, en el gimnasio, en la piscina o pedaleando. Conlleva compromiso con uno mismo, con la familia… con el país.

Para los bolivianos, participar en un Dakar también supone pensar en cómo conseguir patrocinadores, armar un equipo con profesionales e implementar una estrategia de trabajo. No es tarea fácil. Eso lo sabemos desde el primer momento en el que decidimos meternos a esta “odisea”. Sin embargo, es un emprendimiento que te puede dar muchas satisfacciones: llevar la bandera de tu país… estar en el corazón de tu gente.