El Australian Open corre peligro de jugarse en las fechas programadas para 2021 por la crisis sanitaria que viene afectando al mundo desde principios de año. Fueron los propios organizadores del Grand Slam los que lo pusieron en duda: "El inicio de la temporada 2021 es incierto y estamos trabajando para alcanzarles a los jugadores tan pronto como podamos el mejor programa posible".
El problema que se presentó es que desde el gobierno australiano puso restricciones para el ingreso de extranjeros al país hasta fin de año. De esta manera, se modificarían los planes que tenían pensado los jugadores para llegar a punto al torneo. La idea era alojarse con tiempo, viajar a principios de diciembre al estado de Victoria, y cumplir la cuarentena de 14 días con algunas prácticas.
Sin embargo, con este panorama las cosas cambiarían, no sólo para el primer Grand Slam del año, sino que también para el calendario del tenis. Dentro de las variables que estudian para superar este problema aparecen: postergar el torneo una semana o armar una burbuja sanitaria para jugar los primeros torneos en un mismo lugar. Si el certamen tuviera que jugarse ya a principios de febrero, afectaría tanto a la gira sudamericana como al tour europeo.
Lo concreto es que desde las autoridades harán lo posible para que se lleve a cabo porque el torneo equivale al 90% de los ingresos para el tenis australiano durante un año. A su vez, Craig Tiley, director del Abierto australiano, le dijo a los diarios The Age y Sydney Morning Herald que deberán invertir más de 33 millones de dólares australianos en bioseguridad, un costo imprevisto.
