Por primera vez en 30 años, dos países que siguen técnicamente en guerra se volvieron a cruzar dentro de un campo de juego, gracias a arduas negociaciones entre las partes que terminaron por acceder en nombre del deporte.
Y es que, esta semana en el marco de las eliminatorias asiáticas para la Copa Mundial de la FIFA en Qatar 2022, Corea del Norte recibió en Pyongyang a sus pares de Corea del Sur por la Fase clasificatoria, en un partido que se disputó a puertas cerradas, sin cobertura periodística ni transmisión en vivo.
En un chato encuentro que finalizó 0 a 0, el hecho trascendió lo futbolístico y pasó a la historia de la región, luego de que el gobierno norcoreano permitiera el acceso de la delegación surcoreana -los futbolistas, su seleccionador, el portugués Paulo Bento y sus asistentes- quienes tuvieron que viajar a Pekín y, desde allí, tomar un avión a la capital del Norte para disputar el encuentro.
Fuera de ellos, ni periodistas ni hinchas visitantes fueron habilitados para acudir al encuentro, por lo cual hubo que acudir a la cuenta oficial de la FIFA para seguir el “minuto a minuto” del partido que a su vez dirigió el árbitro catarí Abdulrahman al-Jassim.
“Corea del Norte nos ha prometido que, cuando nuestra delegación emprenda viaje de vuelta, le entregará un DVD con todas las imágenes del encuentro”, explicó en un comunicado el Ministerio de Unificación surcoreano, responsable de las relaciones del Sur con el país vecino.
Y es que, esta movida se alinea a las intenciones por desarrollar los Juegos Olímpicos de Invierno en Corea del Sur y/o el Mundial 2023 femenino en conjunto previo a lograr unificar algunas posturas que hace mucho tiempo quedaron divididas.
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