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El abogado del fútbol

El abogado del fútbol
Lunes 20 de Octubre de 2014
Abogados hay muchos, en el mundo y especialmente en la Argentina. A una gran mayoría de ellos les gusta el fútbol. Pero no todo abogado que tenga un interés e incluso conozca mucho sobre el mundo del fútbol posee las herramientas necesarias para asesorar a los distintos actores involucrados.

El “abogado del fútbol” requiere, a mi entender, una serie de habilidades y conocimientos especiales y dinámica. En primer lugar debe conocer en detalle específico el espectro normativo y regulatorio de la actividad en sus diferentes aspectos.

En efecto, esta actividad requiere un conocimiento específico del ordenamiento jurídico privado deportivo, tanto nacional como internacional, así como el conocimiento y la interacción de esas normas con el orden jurídico estatal, no sólo de un país en particular sino también de otros países, atento al carácter internacional de esta actividad en la actualidad.

Mucho se ha discutido sobre la autonomía del derecho deportivo, cuestión que hoy consideramos superada, reconociéndose a nivel internacional la existencia de una Lex Sportiva. Teniendo en cuenta esto, el rol del “abogado del fútbol” puede diferir mucho en función del cliente: federaciones, clubes, empresas, sindicatos, agentes, deportistas, inversores, entrenadores, intermediarios, dirigentes.

Cada uno de ellos, todos actores relevantes en el mundo del fútbol, tienen necesidades distintas al momento de solicitar el asesoramiento de un abogado. Así como considero fundamental el estudio y la preparación, la cuestión práctica aporta un elemento diferenciador que no se puede conseguir en ningún libro.

Es necesario conocer las necesidades de los clientes y ser creativo a la hora de buscar soluciones para cada caso concreto. Pero es difícil que esa creatividad se pueda desarrollar sin tener un rol activo en la actividad, asesorando a los actores referidos. Hoy en día, en una simple transferencia de un jugador de fútbol participan como mínimo una decena de partes interesadas, entre clubes, jugadores, agentes, inversores, intermediarios, etc. Y generalmente es el abogado el encargado de estructurar la operación teniendo en cuenta los intereses de todos ellos.

El desconocimiento teórico-práctico resulta un obstáculo difícil de superar al momento de estructurar estas complejas operaciones de la manera más beneficiosa para el clientes, sin que ello impliquen riesgos desde lo reglamentario, fiscal, contable, legal etc. Existen actualmente en la Argentina una gran dispersión normativa que dificulta aún más una prestación efectiva del servicio legal.

Dentro de este contexto, ser demasiado creativo sin un conocimiento profundo de las normas que regulan la actividad, sin estar actualizado respecto de la interpretación que se ha hecho de dichas normas a nivel local e internacional, puede implicar un riesgo muy importante para los intereses del cliente. Por eso, mi consejo para cualquiera que quiera dedicarse a esta actividad es que se capacite en forma constante, durante toda su carrera.
La evolución en el mundo del fútbol es constante y se producen como consecuencia de ello permanentes modificaciones en las reglamentaciones o incluso en la interpretación que de las mismas hacen los órganos jurisdiccionales competentes.

Como prueba de ello, podemos mencionar que apenas cuando se ha logrado una jurisprudencia uniforme y constante en la República Argentina reconociendo la existencia de los “derechos económicos” como el derecho de un tercero a percibir de un club de fútbol una porción del beneficio económico derivado de la transferencia de un jugador de fútbol, hace unos días FIFA ha informado que tomó la decisión de prohibir esta modalidad de financiamiento que utilizan gran parte de los clubes del mundo, en especial los sudamericanos, para lo cual se ha formado un grupo que trabajará en la reglamentación que tendrá como objetivo la implementación de dicha prohibición. Esta noticia genera nuevos desafíos para los cuales el “abogado del fútbol” debe estar preparado.

Sobre Mariano Clariá