El fútbol es similar en todas partes, pero la cultura que cada país tiene demuestra que no todas las personas somos iguales. Es por eso que resultan tan increíbles las historias de los jugadores sudamericanos que se van a probar suerte a otros territorios lejanos para estas latitudes.

La historia de Diego Nicolaievsky forma parte de estas. El exjugador de Gimnasia y Esgrima La Plata, que tuvo su debut en el club en 2014, se encuentra jugando al fútbol en Israel, donde las costumbres y vivencias suelen llamar la atención a los jugadores sudamericanos.

Tras un primer paso por el equipo “Tripero” donde dejó ver sus buenas condiciones con la pelota, fue transferido al Club Almagro. Una vez que terminó su contrato allí volvió al club del bosque de La Plata, pero ni bien pisó la institución se le comunicó que no sería tenido en cuenta para el plantel de primera división.

Fue allí que ante la oportunidad que se le había acercado, optó por irse a jugar a la segunda división del fútbol de Israel. Durante un año jugó en el Maccabi Herzliya y luego voló hasta Argentina para jugar en Gimnasia y Esgrima de Jujuy. Una vez más recibió una oferta del fútbol israeslí y no lo dudó, armó las valijas y se fue a jugar al Hapoel Bnei Lod, un conjunto que pertenece a propietarios árabes.

Con 25 años es que Nicolaievsky llega entonces por segunda vez a Israel para jugar al fútbol. Esta vez, comparado a su primera aventura, el club era más importante y contaba con más dinero en sus arcas.

El presidente del club realizó una reunión en su casa para agasajar al jugador argentino y darle la bienvenida. En las mesas había una gran variedad de alimentos e incluso frutas y frutos secos y una heladera gigante tenía cientos de tipos de bebidas y jugos, según relata el jugador. Además, el magnate árabe tenía una jaula con cinco loros y una pileta llena de peces.

El exjugador de Gimnasia y Esgrima La Plata también cuenta que en los primeros entrenamientos le llamó la atención que algunos integrantes del cuerpo técnico viajaban a todos lados con una alfombra y que muchas veces la desplegaban en medio del vestuario para comenzar a rezar.

Su relato forma parte de una entrevista concedida al documentalista Diego Kestel, impulsor de “The Namibia Project”, que relata la diversidad cultural a lo largo del mundo a través de sus redes sociales.